Blanca Nieves

17.11.2012 16:28

(Cuento Alemán)- Hace muchos años, en un día de crudo invierno, la hermosa reina de un país lejano estaba cosiendo cerca de una ventana; de cuando en cuando, contemplaba caer la nieve a través de los cristales. De repente, distraída, se atravesó un dedo con la aguja, y una gota de roja sangre cayó sobre la nieve que se había acumulado en el marco de ébano de la ventana.
El contraste entre el blanco de la nieve, el rojo de la sangre y el negro del ébano, hizo decir a la reina:
— ¡Ah! ¡Cómo desearía tener una hija tan blanca como la nieve; con los labios rojos como la sangre, y los cabellos negros como el ébano!
Su deseo le fue concedido y al poco tiempo tuvo una hija, como la había soñado. Desgraciadamente, la reina murió en seguida y sólo pudo besar a la pequeña, bendecirla y bautizarla con el nombre de Blanca Nieves.
No tardó el rey en volver a casarse, pero esta vez con una mujer que a pesar de ser bella, era tan cruel y vanidosa que no podía soportar que hubiera otra más hermosa que ella. Tenía un espejo mágico, al que continuamente preguntaba.:
"¿Quién es, espejito, saberlo quiero,
la mujer más bella del mundo entero?"
Y el espejo, hasta entonces, le había contestado siempre:
"Bella señora, reina famosa,
Tú eres, de todas, la más hermosa."
Cuando la pequeña Blanca Nieves cumplió siete años y la reina hizo la pregunta de costumbre, el espejo, que no podía mentir, le contestó:
—"Voz dulce cual trino de ave, labios de grana, piel suave,
pies marfileños y leves:
¡la princesa BLANCA NIEVES!"
La reina palideció de rabia y envidia, y desde ese momento empezó a odiar a la niña. Su odio llegó a ser tan grande que, no pudiendo soportarlo más, llamó a uno de sus fieles cazadores y le dijo:
—Llévate a esta niña al bosque y mátala; y como prueba de que has cumplido mis órdenes, tráeme su corazón.
El cazador se inclinó y obedeció. Pero cuando sacó su cuchillo, Blanca Nieves le suplicó llorando:
—No me mates, buen hombre. Te prometo huir al bosque y no regresar nunca al palacio.
Estaba tan hermosa e indefensa, que el cazador se conmovió y le perdonó la vida.
—Corre, pues, pequeña —le dijo, mientras pensaba para sí mismo—: "Las bestias salvajes, no tardarán en dar cuenta de ella, así que las órdenes de la reina serán cumplidas de todas maneras."
Mató un pequeño jabalí, le sacó el corazón y se lo llevó a la reina, quien lo recompensó espléndidamente.
Blanca Nieves, sin embargo, no murió. Se alejó por el bosque sin que los animales le hicieran daño alguno y lastimándose tan sólo con las espinas y las rocas. Cuando anochecía, llegó a una pequeña cabaña y viéndola iluminada, se refugió en ella para descansar.
Quedó asombrada al ver la limpieza y el orden que reinaban por todos los rincones; pero más se asombró al notar que todo lo que veía era de un tamaño casi minúsculo; la mesa, cubierta de un blanco mantel, con siete lugares, y en cada uno, un plato, un tenedor, un cuchillo y una cuchara; enfrente, un vaso con vino; y contra la pared, siete camitas con siete colchas inmaculadas.
Todo parecía de juguete; Blanca Nieves, hambrienta y con sed, y al ver que nadie estaba en la cabaña, comió un poco de cada plato, bebió un poco de cada vasito y, satisfecha, rezó sus oraciones y se fue a la cama.
Entrada la noche, regresaron los dueños de la cabaña, siete enanitos que trabajaban el día entero en las minas cercanas. Inmediatamente se dieron cuenta de que las cosas no estaban como las habían dejado.
— ¿Quién se sentó en mi silla? —preguntó el primero.
— ¿Quién ha comido en mi plato? —inquirió el segundo.
— ¿Quién desmoronó mi pan? —interrogó el tercero.
— ¿Quién probó mis verduras? —dijo el cuarto.
— ¿Quién usó mi tenedor? —expresó el quinto.
— ¿Quién cortó con mi cuchillo? —interpeló el sexto
— ¿Quién ha bebido de mi vaso? —reclamó el último
Al dirigir la mirada hacia las camas, el primero  de los enanitos gritó:
— ¡Alguien se ha acostado en mi cama!
Repitieron todos lo mismo, hasta que el séptimo los  llamó con gran excitación. Rodearon la última camita y al ver a la pequeña Blanca Nieves, exclamaron:.
— ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué niña más hermosa!
Felices con su hallazgo, la dejaron dormir y el dueño de la camita se acomodó con uno de sus compañeros.
Al despertar Blanca Nieves a la mañana siguiente„ Se asustó un poco al contemplar a los extraños enanillos; pero al ver la bondad con que la miraban, les refirió su triste historia, y ellos le suplicaron que se quedara a vivir en la cabaña.
—Cuidarás la casa, nos remendarás la ropa. y harás la comida —le decían para convencerla—. Y así, estarás a salvo de la maldad de tu madrastra.
Blanca Nieves no necesitaba gran insistencia y aceptó encantada. Durante muchos años, vivió feliz en la pequeña cabaña, guisando y limpiando, mientras lo enanitos trabajaban, diligentes, en la mina de oro.
Sus protectores le advertían constantemente:

— ¡Ten mucho cuidado, pues estás sola el día entero: Tu madrastra es una mala mujer y no es difícil que averigüe dónde estás. No dejes entrar a nadie.
Y efectivamente, la reina, durante esos años, pensando que Blanca Nieves había muerto, se creía la mujer más hermosa del mundo. Pero un día, se le ocurrir consultar nuevamente al espejo:
-¿Quién es, espejito, saberlo quiero,
la mujer más bella del mundo entero?"
Preguntaba con la sola idea de que el espejo halagara su vanidad d. Y grande fue su sorpresa y su despecho cuando el espejo, que no mentía, le contestó:
"'Bella señora, reina famosa,
fueras de todas la más hermosa
sin Blanca Nieves, que en la cabaña
que está en la falda de la montaña
vive, y la cuidan los siete enanos,
que de sus gracias están ufanos."
comprendió entonces la reina, que había sido engañada por el cazador; y decidida a acabar con Blanca Nieves salió una mañana en busca de la cabaña de los siete enanos , disfrazada como vendedora de baratijas.
Cruzó montes y montañas hasta que encontró el hogar de los enanos, y llamó a la puerta, gritando: ¡Vendo cosas hermosas y baratas!
Blanca Nieves se asomó a la puerta, atraída por el pregón y cuando vio que se trataba solamente de una mujer anciana, salió, llena de curiosidad, como cualquier jovencita de su edad, y buscó entre las baratijas. Escogió unos listones para adornar su talle, y la falsa vendedora en tono amable, le dijo:
Eres muy bonita, y te quedarán preciosos! Déjame que te enseñe a ponértelos.
Blanca Nieves aceptó, pero la mujer apretó con tal fuerza que la pobre joven cayó al suelo, sin sentido.
— ¡Ahora vuelvo a ser la más hermosa de todas! —se dijo la madrastra llena de gozo; y cruzando montes y valles regresó a su hogar.
Pero cuando hizo, por enésima vez, su pregunta ha¬bitual, el espejo le respondió: "Es Blanca Nieves mucho más bella;
los siete enanos están con ella."
Afortunadamente, los enanitos habían vuelto a su casa poco después que la reina se alejó, y al ver desmayada a la joven, cortaron los listones. Blanca Nieves empezó a respirar poco a poco y les refirió lo que ha¬bía sucedido.
—Esa mujer era, con toda seguridad, la perversa reina disfrazada de vendedora —exclamaron
—. Debes tener mayor cuidado y no dejar a nadie entrar en la casa. Recuérdalo bien!
Fue una buena idea que los enanitos insistieran, pues a los pocos días se presentó otra anciana que llamó a la puerta de la casita. Al principio, Blanca Nieves se negó a abrir, pero al fin lo hizo, y aunque no salió de la casa, no pudo menos que admirar las bonitas baratijas que, astutamente, había colocado la mujer en su canasta.
—¡Cómprame esta hermosa peineta, es muy barata!
—suplicaba la anciana.
Y Blanca Nieves la compró. Pero la peineta estaba envenenada, y al ponérsela, cayó la joven al suelo.
— ¡Ahora sí soy la más hermosa!
—gritaba la falsa vendedora, y cruzando de nuevo montes y valles, se dirigió a su hogar.
Cuando los enanitos encontraron a Blanca Nieves en el suelo, la creyeron muerta; pero al levantarla, la peineta cayó, y poco a poco volvió a la vida y pudo contar lo que. había sucedido.
— ¡Sin duda fue la malvada reina otra vez!
—exclamaron—. En adelante, no abrirás la puerta a nadie. Mientras tanto, la reina había llegado a su palacio y preguntó de nuevo al espejo mágico quién era la más hermosa. La contestación no se hizo esperar:
"Es Blanca Nieves mucho más bella;
los siete enanos están con ella."
La reina casi enfermó de rabia y envidia, pero al recuperarse, preparó un activísimo veneno. Cogió después una manzana, verde en uno de sus lados, pero de un hermoso color rosado en el otro, y le inyectó el veneno. Se disfrazó de gitana y se encaminó a la cabaña de los enanos, con una canasta de manzanas.
Cuando llegó a la casita, Blanca Nieves la miró a través de la ventana, y le dijo:
—No puedo salir, ni puedo dejarte entrar, pues los enanos me lo han prohibido.
—No importa, querida —contestó la gitana—. Ya he vendido casi todas mis manzanas; te regalaré una de las que me quedan.
—No
—contestó Blanca Nieves
—, no me atrevo a aceptar nada.
— ¿Temes que esté envenenada? —gritó la gitana
—. Mira, voy a morderla, y así podrás comértela con toda confianza.
Y al ver a la gitana morder la manzana con toda tranquilidad, Blanca Nieves perdió el miedo. Alargó el brazo, tomó la manzana, la mordió, y cayó fulminada ..
— ¡Ahora sí no hay duda de que soy la más hermosa —gritó triunfalmente la reina. Regresó a su hogar y sin perder un minuto, preguntó al espejo mágico:
"Dime, ¿quién es la más bella: tu reina o la doncella?"
Y escuchó, feliz, la contestación:
"Bella señora; reina famosa,
Tú eres, de todas, la más hermosa.''
Cuando regresaron los enanos esa noche vieron a Blanca Nieves en el suelo, lloraron inconsolables
En vano peinaron su hermoso cabello negro, y desataron las cintas de su vestido; en vano buscaron por toda la casa algún veneno que pudiera haber tomado; y en vano también, la rociaron con agua y vino. Blanca Nieves había muerto, y nada podían hacer por ella.
Pero estaba tan hermosa, tan hermosa, que no se resolvían a enterrarla. Prepararon, mejor, un ataúd de cristal; y con letras doradas escribieron sobre él su nombre, y que era la hija de un rey. Colocaron el ataúd en la montaña, no lejos de su casita, y uno de ellos permanecía siempre a su lado, haciendo guardia, pues no parecía muerta, sino simplemente dormida: blanca como la nieve, sus labios rojos como la sangre, y sus cabellos negros como el ébano...

Transcurrió el tiempo. . . Un día, apareció un príncipe cabalgando por la montaña. Al acercarse la noche buscó él también refugio en la cabaña de los enanitos, y a la mañana siguiente, cuando vio el ataúd de cristal donde yacía la hermosa Blanca Nieves, y leyó lo que habían escrito sus amigos con letras de oro, les suplicó:
— ¡Dejad que me la lleve y os daré lo que me pidáis!
—Ni por todo el oro del mundo nos separaremos de ella —le contestaron.
—Entonces, ¡dádmela como un regalo!
—volvió a suplicar el príncipe—, pues no podré vivir sin contemplar a Blanca Nieves.
Era tan sincero el tono de su voz, que los enanitos, compadecidos, permitieron que se llevara el ataúd con su bello contenido.
Lo cargaron los criados del príncipe sobre los hom¬bros, pero al bajar la montaña, uno de ellos tropezó entre las rocas, sacudiendo peligrosamente el ataúd. El brusco movimiento hizo que la manzana que había quedado atorada en la garganta de Blanca Nieves, saltara fuera de su boca.
Unos momentos después, la joven levantó la tapa del ataúd y preguntó asombrada:
—¿En dónde estoy?
El príncipe, embargado de felicidad al ver que había vuelto a la vida, le contestó:
—Hermosa Blanca Nieves, estás conmigo, que te amo sobre todas las cosas. Ven al palacio de mi padre, y consiente en ser mi esposa.
Y cuando le refirió lo que había sucedido, Blanca Nieves no pudo menos que amar al príncipe que de manera tan extraña se había enamorado de ella. Se despidió de los bondadosos enanillos, agradeciéndoles su protección y su cariño, y prometiéndoles nunca olvidarse de ellos. Y después, se dirigió con su príncipe al palacio del rey.
Se casaron con gran esplendor, y reyes y reinasde  las; países vecinos fueron convidados a la ceremonia la malvada madrastra de Blanca Nieves fue también invitada, y al prepararse para la boda, con sus más fastuosos trajes, preguntó al espejo mágico:
"¿Quién es, espejito, saberlo quiero,
la mujer más bella del mundo entero`
Temblando, escuchó la contestación del espejo que  era incapaz de mentir:
"¿Saber la verdad quieres, reina envidiosa?
Pues es Blanca Nieves la más hermosa."
La malvada mujer se estremeció de rabia y celos y juró que no iría a la boda; la curiosidad, sin embargo pudo más que su furia y se dirigió al palacio_ pues deseaba conocer a la joven reina para confirmar, si era efectivamente, más hermosa que ella. Pero cuando entró al gran salón, regiamente decorado para la fiesta  y vio que la novia no era otra sino la odiada Blanca Nieves, le dio un ataque de rabia tan fuerte que murió  esa misma noche.
Blanca Nieves y el príncipe ocuparon, no mucho despues, el trono de ambos países.
Y su felicidad fue siempre grande, pues eran buenos y se amaban tiernamente.
* Tomado del libro: “HABÍA UNA VEZ” (título original en inglés: Once Long Ago), los mejores cuentos infantiles de todo el mundo, relatados por Roger Lancelyn Green,ilustrado por Vojtech Kubasta .versión castellana de Mercedes Quijano de Mutiozábal . Publicado