El agua de la vida

02.06.2011 00:13

 

(Cuento Español)

Eranse que se eran tres hermanos y una hermana, que se amaban tiernamente. Vivían, en un principio, en una pequeña cabaña; pero trabajaron con tal constancia, que al poco tiempo pudieron edificar un espléndido palacio.

Cuando las gentes de los alrededores vinieron a ad­mirarlo, opinaron que también deberían construir una iglesia. Siguieron los jóvenes trabajando, y no tardaron en levantar una, grande y hermosa.

— ¡Qué bien! —Exclamó un anciano, al admirar el palacio y la iglesia—. Todo está muy bien; lo único que os falta, es el Agua de la Vida, el Pájaro Parlan­chín, y una rama del Árbol de la Belleza, para que el ave descanse sobre ella.

— ¿Y dónde podremos encontrarlos? —preguntaron los hermanos.

—En la remota montaña, más allá de la pradera —contestó el viejo—. Id, y los encontraréis. Os dejo este cuchillo; mientras veáis que su hoja se conserva limpia y brillante, sabréis que la persona que busca el Agua de la Vida, está sana y salva. Pero en el momento en que el cuchillo aparezca con manchas de sangre, sabed que una gran desgracia le ha ocurrido.

Dieron las gracias al anciano, y prosiguió su camino. El hermano mayor dijo, entonces:

Yo iré por el Agua de la Vida.

Y se alejó por la pradera. Caminó durante innume­rables días y encontró, por fin, a un gigante. — ¿Adónde vas? —preguntó éste.

—A buscar el Agua de la Vida —contestó el joven.

—Muchos han pasado por este camino, buscando el Agua de la Vida y los tesoros que esconde la montaña —dijo el gigante—, pero ninguno ha vuelto. Y tampoco volverás tú, a menos que atiendas a mis palabras. Sigue por este sendero que te llevará hasta la cumbre. Encon­trarás muchas piedras, pero no te detengas a mirarlas, ni las toques. Oirás también voces que se reirán de ti y te insultarán; son las voces de las piedras; no las es­cuches, ni voltees, o te convertirás en una de ellas. Si­gue adelante hasta que llegues a la cima y entonces, podrás apoderarte de cuanto quieras.

El joven le dio las gracias y caminó hasta llegar a la falda de la montaña; empezó a subir por el escarpado sendero, e inmediatamente escuchó las voces. Se burlaban de él y lo insultaban; llegó un momento en que no pudo nuestro amigo dominar su enojo y, agachándose, cogió una piedra y la arrojó en la dirección de donde le llegaban los soeces insultos. Al hacerlo, sin­tió que su brazo se tornaba rígido y se enfriaba y, un momento después, era una piedra más.

Ese mismo día, su hermana observaba el brillante cuchillo cuando, de repente, vio que se cubría de man­chas de sangre.

Llamó a sus hermanos, afligida, y cuando vieron lo que había sucedido, el segundo de ellos dijo simple­mente:

—Iré a buscarlo. Y  también se alejó por la pradera, y caminó durante muchos días, hasta que se encontró con el gigante.

—Dime, buen hombre, ¿viste a un joven que se dirigía a la montana? —preguntó el muchacho.

—Si — contestó el gigante—. Lo vi pasar, pero no lo he visto volver. Con seguridad cayó bajo el hechizo...

   ¿Qué puedo hacer para deshechizarlo y luego en­contrar el Agua de la Vida?

—Sigue este sendero que te Llevará hasta la cumbre de la montana. Encontrarás muchas piedras; no te de­tengas a verlas, y, sobre todo, no des oídos a sus palabras de desprecio y burla, ni mires hacia atrás, hasta que hayas llegado a la cima.

Agradeció el joven los consejos del gigante y prosiguió su camino. Conforme escalaba la montaña, escu­chaba las voces que se burlaban de él, pero no les pres­to atención; hasta que oyó la de su hermano, que lo insultaba y escarnecía. Volvió la cabeza rápidamente, sin acordarse de las advertencias del gigante, y quedó convertido en una piedra más.

En esos momentos, su hermana miraba la brillante hoja del cuchillo, cuando, de pronto, vio que se cubría de sangre.

Llamó angustiada a su hermano menor, y cuando este vio el cuchillo, decidió:

—Iré a buscarlos.

Y se alejó por la pradera. Caminó durante muchos días, hasta que encontró al gigante, quien le informó que había visto pasar a sus dos hermanos, pero que no los había visto volver. Y le previno contra los peligros de la montaña.

Dio las gracias el joven y siguió su camino, decidido a no volver la cabeza, ni a prestar atención a lo que oyera. Estaba ya muy cerca de la cumbre, cuando escuchó las voces de sus hermanos, quejándose desesperados, y gritando, a su espalda; se volvió, creyendo poder ayudarlos y quedó convertido en piedra.

Durante todo ese tiempo, la hermana vigilaba constantemente el cuchillo del anciano; y ese día, mientras paseaba por el patio del palacio, con el cuchillo en sus manos, vio como se cubría con gotas de sangre, y exclamó resuelta:

Ahora me toca a ml!

Cruzó la pradera y camino hasta que encontró al gigante.

—Dime, buen hombre, ¿has visto a tres jóvenes que se dirigían a la montana? —preguntó.

—Si —contestó el gigante—. Los vi pasar, pero no los he visto volver. Con seguridad, fueron hechizados... —Que puedo hacer para librarlos del hechizo y encontrar el Agua de la Vida? —preguntó la joven. —Sigue por este sendero hasta la cumbre de la montaña. Las piedras estorbarán tu camino, y escucharas

que se burlan de ti y te insultan. Pero no les prestes ninguna atención, hasta que hayas llegado al lugar en donde está el Agua de la Vida, en la cima.

Dio las gracias la joven y prosiguió su camino hasta el pie de la montana. Subió por el sendero, y siguió ascendiendo, aun cuando las piedras parecían querer destrozarle los pies; escuchó las voces mofándose de ella, pero siguió adelante. Y no se detuvo ni cuando oyó las voces de sus hermanos, implorando ayuda. Siguió con la vista fija hacia adelante, sin volverse, ni detener­se, hasta que llegó a Ia cumbre.

Cesaron repentinamente las voces, y se encontró nuestra valiente joven, frente al estanque que contenía el Agua de la Vida, bajo la sombra del Árbol de la Belleza, en cuyas ramas descansaba el Pájaro Parlanchín.

Con todo cuidado llenó una bronceada jarra hasta el borde; cortó una de las ramas del árbol, y suavemente acomodó el pájaro en la jaula que había traído; y sal­tando y cantando alegremente, empezó el descenso de la montana, llevando sus tesoros.

Pero la larga y difícil subida la había cansado, y al temblar sus manos cayeron unas gotas del Agua de la Vida sobre las piedras. Inmediatamente se transformaron en apuestos jóvenes y hermosas doncellas, que la rodearon, dándole las gracias. Comprendió entonces la joven, que podía romper el hechizo de la montana, y rociando todas las piedras las convirtió en gallardos donceles y bellas muchachas que habían caído a lo lar­go del camino... Y su alegría fue enorme al volver a encontrarse con sus amados hermanos.

Cuando regresó al palacio, plantó la rama del Árbol de la Belleza y la regó con el Agua de la Vida, con lo que se convirtió en un frondoso y hermosísimo árbol, de brillantes flores, en cuyas ramas descansaba feliz, el Pájaro Parlanchín.

Presentáronse gentes de todo el contorno a admirar las tres maravillas; también vino el hijo del rey. Admiró los tesoros; pero para él, el mayor, era la hermosa joven que había sido tan ingeniosa y tenaz que pudo salvar a todos aquellos que habían sido convertidos en piedras, en el camino hacia la cumbre de la montaña...

Y se casó con ella en la iglesia que sus hermanos habían construido. Después, la llevó al reino de su padre, donde fueron muy felices.

* Tomado del libro: “HABÍA UNA VEZ” (título original en inglés: Once Long Ago), los mejores cuentos infantiles de todo el mundo, relatados por Roger Lancelyn Green,ilustrado por Vojtech Kubasta .versión castellana de Mercedes Quijano de Mutiozábal . Publicado por Editorial Novaro-México . Primera Edición 1964