Los gatos enamorados

05.05.2012 21:28

(Cuento Japonés) Había una vez un hermoso gato, de piel suave y brillante como la más brillante y suave seda; de ojos serenos, sabios, luminosos y verdes como las esmeraldas, que podían ver claramente en la obscuridad. Se llamaba Gon y compartía el hogar de un músico, que por nada en este mundo se hubiera separado de él.

Ahora bien, no muy lejos, vivía una distinguida dama que también amaba tiernamente a su gatita, cuyo nombre era Koma. Koma era hermosa y fina como su ama, cerraba y abría los ojos suavemente; comía el pescado con toda pulcritud; y al terminar de beber su leche, limpiaba siempre su pequeña y rosada naricilla con su delicada lengüecita. La dama no se cansaba de repetir:

—Koma, Koma, ¿qué haría Yo sin ti?

Una tarde de primavera, estos dos finos y hermosos gatos salieron a dar un paseo y se encontraron bajo un cerezo en flor. En cuanto se vieron, se enamoraron profundamente. Gon había venido pensando, durante los últimos meses, que debería buscarse una esposa, y en cuanto vio a Koma, supo que había encontrado lo que buscaba. Koma, por su parte, sintió inmediatamente que Gon era el único gato para ella, aunque presentía serios obstáculos en su recién nacido idilio.

Para empezar, Gon habló con el músico y le suplicó que comprara a Koma; trató el músico de hacerlo, para darle gusto a Gon, pero su gestión no tuvo éxito. Koma, entonces, pidió a su señora que comprara a Con; y también trató la dama de hacerlo, pero el músico contestó, amablemente, eso sí, que no lo vendía.

Durante algún tiempo, se conformaron con mirarse de lejos; hasta que un día, no pudiendo soportar más la separación, decidieron huir.

Escogieron para su fuga una noche de luna, decididos a enfrentarse al mundo, bigote junto a bigote. Caminaron durante toda la noche y la mañana siguiente, hasta llegar a un hermoso parque con altos árboles  y frescas sombras.

Pensaron que habían llegado al paraíso soñado de todos los enamorados. Desgraciadamente, este paraíso tenía un enorme y feroz ogro, que sólo esperaba la ocasión para demostrar su fuerza y su poderío. Tenía cuates patas y cola, afilados colmillos, y ladraba ferozmente

Al descubrir el ogro a la recién llegada pareja, invadiendo sus dominios, se abalanzó sobre ella y Koma tuvo que trepar al cerezo más cercano, maullar aterrorizada, mientras que Gon, con los pelos de punta, escupía furioso, dispuesto a defenderla.

Pero el ogro era enorme y feroz, como ya dijimos y Gon no hubiera tenido ni la más mínima oportunidad de salir victorioso de la pelea, si, al escuchar los aullidos de Koma, no hubiera aparecido un caritativo salvador que, agarrando al ogro por el cuello, lo metió a  su perrera.

Tomó después a Gon en sus brazos y lo llevó ante una hermosa princesa que aparentemente era la dueña del paraíso.

La pobrecilla Koma quedó abandonada en el cerezo mientras que Gon era llevado al palacio que se lavantaba en el centro del parque. La princesa lo trató amablemente, pues le gustó su apostura; pero Gon estaba triste por haber perdido a su amada. Sin embargo, comprendiendo que nada podía hacer, por el momento, se instaló en el palacio, esperando que más tarde tendría oportunidad de encontrar a su compañera.

Había llegado Gon al palacio en un momento afortunado, pues la princesa se encontraba en graves dificultades, provocadas por un malvado mago que, enamorado de ella, trataba continuamente de conquistar su amor por todos los medios posibles.

Un día, tocaba la princesa un instrumento musical y cantaba suavemente, cuando sintió que algo subía por su quimono, y al mirar hacia abajo, vio que era una horrorosa víbora negra, de ojos fulgurantes; y reconoció al malvado mago en otro de sus horribles disfraces

La princesa se asustó tanto, que sólo pudo dar un tenue grito, cayendo al mismo tiempo sobre unos cojines, como si hubiera sido embrujada.

Gon había escuchado el grito, y al ver a la víbora. se encogió primero sobre sí mismo, para caer luego sobre la espantosa culebra, a la que mató de una sola dentellada, arrojándola después a un rincón.

Y así terminó el malvado mago que había estado, molestando a la princesa; y si ésta amaba ya a Gon lo amó muchísimo más desde ese día, y nunca se cansaba de acariciarlo y de darle los mejores bocadillos.

Gon hubiera sido absolutamente feliz, a no ser por  la ausencia de Koma... No sólo no lograba olvidarla …sino que la echaba de menos cada día más.

Y una tarde, mientras se regodeaba al sol en el balcón de la princesa, miró hacia el parque, y vio a un enorme gato burlándose de una pequeña gatita. Gon bajó a enfrentarse con el bravucón, lo tiró al suelo, y finalmente lo echó del parque.

Volvióse después a consolar a la gatita, y con enorme alegria vio que era su adorada Koma. De momento, ella no lo reconoció, pues había crecido mucho y poseía un nuevo donaire; pero cuando le maulló, corrió hacia él .frotó su naricilla contra la de Gon, mientras se escuchaban sus ronroneos en una milla a la redonda.

Gon presentó su novia a la princesa, y sentado junto Koma, garra sobre garra, contó su historia. La joven lloró de emoción y prometió que siempre vivirían tranquilos en su palacio, sin preocuparse por nada y muchísimo menos por el ogro feroz.

Cuando la princesa se casó, su esposo, agradecido, juró, a su vez, que permanecerían siempre con ellos. Todos fueron muy felices... Gon y Koma tuvieron muchos hijos, y también los tuvieron el príncipe y la :princesa. Unos y otros jugaban juntos, y fueron buenos amigos hasta el último día de sus vidas.

* Tomado del libro: “HABÍA UNA VEZ” (título original en inglés: Once Long Ago), los mejores cuentos infantiles de todo el mundo, relatados por Roger Lancelyn Green,ilustrado por Vojtech Kubasta .versión castellana de Mercedes Quijano de Mutiozábal . Publicado por Editorial Novaro-México . Primera Edición 1964