Los Gemelos Maravillosos

22.02.2011 21:49

  (Cuento Mexicano)Allá en tiempos muy antiguos, vivían dos herma­nos que eran reyes y hechiceros, cuya destreza en el juego de pelota llamado Tlachtli, era mayor que la de ningún otro jugador en el mundo. Era realmente tan grande, que sus enemigos, los dos reyes hechiceros de Xibalba, la tierra negra, dominados por la envidia, los invitaron a su país a demostrar su habilidad.

Como reinaba entonces la paz entre los dos pueblos, fueron a Xibalba y aprovecharon la oportunidad para demostrar que su pericia en pasar la pelota por el anillo de piedra era, en efecto, mayor que la de los reyes de Xibalba, por lo que estos malvados, furiosos por la derrota, los asesinaron sin más ni más.

Sin embargo, los visitantes habían pasado en Xibalba bastante tiempo, el suficiente para que la princesa de Xibalba se enamorara de uno de ellos y se casara con él en secreto. Al quedar viuda, huyó, con sus hijos gemelos, a refugiarse en el hogar de la madre de su esposo, suplicándole que educara a los niños con los otros dos príncipes, sus medios hermanos, y que los de­fendiera contra cualquier peligro.

La anciana reina prometió hacerlo y su nuera murió tranquila, sonriendo. Pero pronto comprendió aquélla que la tarea que se había echado encima era superior a sus fuerzas. Nunca había conocido criaturas tan tra­viesas como los maravillosos gemelos. Engañaban y se burlaban de todo el mundo; peleaban, gritaban, y rom­pían cuanto caía en sus manos.

Un día, se le acabó la paciencia y les dijo:

— ¡No puedo teneros en mi casa por más tiempo! ¡Sois tan ruidosos y alborotadores que no os soporto! Marchaos a los bosques y defendeos como podáis.

Se fueron, con gran regocijo de sus medios herma­nos, que los odiaban. Pero en el bosque, se sintieron completamente a sus anchas, pues, ingeniosos y astutos como eran, nunca pasaron hambre ni frío; se dedicaron a cazar, a poner trampas; y en muy poco tiempo, todo el mundo de los alrededores hablaba de los maravillo­sos gemelos y de su astucia y valentía.

Molestáronse los hermanastros cuando la fama de los gemelos llegó a sus oídos y convencieron a su abue­la para que los llamara. Cuando la anciana lo hizo, se dedicaron a hacerles la vida imposible.

— ¡Criaturas odiosas! —Decían los hermanastros—. Creen ser mejores que nosotros, pero les probaremos que somos los más fuertes.                                          

Siguieron molestándolos; sin cejar, pero los gemelos crecían de prisa y no tardaron en decidir que no aguantarían malos tratos ni un momento más.

—Después de todo —decíanse el uno al otro—, tenemos poderes mágicos. Nuestro padre era un rey hechicero y nuestra madre fue una princesa, hija del rey diablo de Xibalba. Demostrémosles nuestro poder• convirtamos en monos a estos despreciables príncipes

Ensayaron varios hechizos, y al presentarse la oportunidad, lanzaron un encantamiento sobre sus dos medios hermanos, convirtiéndolos en los monos más repugnantes de  Anahuac, o del mundo entero, para ser mas veraces. Y convertidos en monos, los despacharon al hogar de su abuela, que se afligió sobremanera a descubrir quienes eran los animalillos. Adivinó al momento que se trataba de otra jugarreta de los gemelos y les suplicó que deshicieran el hechizo.

—Los volveremos a su forma humana —prometieron los gemelos—, aunque creemos que se merecían este castigo. Pero lo haremos con una condición. Los traeremos a tu presencia y deberás observarlos seriamente Si te ríes, o te sonríes siquiera, de sus ridículos gestos y cabriolas, seguirán siendo monos toda su vida.

    ¡Reírme! —contestó la reina, ofendida—. ¡Llorar Eso es lo que quisiera!

Trajeron a los monos a la cámara de la abuela; empezaron los animalillos a armar tal barullo, chillando en su ruidosa jerigonza, que por mucho que trató la reina de contener la risa, a los pocos minutos rodaban lágrimas por su rostro; y no eran lágrimas de pena. Trató en vano de dominarse, por lo que sus dos nietos ma­yores siguieron siendo monos el resto de sus días.

La reina, furiosa, decidió domar a los gemelos, a quienes encargaba las faenas más duras. Pero se olvidó del ingenio y de los poderes mágicos de que disponían, y la Ultima tarea que les encomendó, terminó en una forma totalmente inesperada.

Se trataba de limpiar de hierbas y matorrales una gran extensión de campo, para poder sembrar maíz. Sabía que los gemelos odiaban trabajar al rayo del sol, especialmente si había buena caza en los bosques.

Obedecieron los jóvenes, pero lo que hicieron fue hechizar sus aperos de labranza para que trabajaran so­los, y ellos se fueron de caza, como lo tenían planeado. Cuando regresaron, al obscurecer, tuvieron buen cui­dado de ensuciarse cara v manos con lodo y tierra, y se presentaron ante la abuela, gruñendo y quejándose del terrible cansancio que les había producido la limpieza del campo.

La reina se mostró satisfecha y les sirvió una sucu­lenta cena. Pero cuando a la mañana siguiente fue a ver el campo y lo encontró lleno de hierbas y basura, regresó furiosa.

--- ¡Fuera! —Ordenó, indignada, a los gemelos—. Desde esta noche, estaréis a pan y agua hasta que  vea ese campo tan limpio como la palma de mi mano.

Sorprendiéronse los gemelos al encontrar el campo invadido de hierba. Llenaron entonces una vasija con sangre, e invocando su magia, supieron lo que había sucedido: los animales del bosque habían venido durante la noche, depositando en el campo cada hierba y cada matorral, exactamente en el lugar en donde habían estado antes.

_ ¡Que fracaso! —exclamaron—. Deben haberlo he­cho para tenernos ocupados y sin tiempo para cazarlos. Pongamos a trabajar nuevamente a nuestros aperos, extendamos después sobre el campo una red mágica, invisible, en la que caigan los animales.

Pusieron manos a la obra y muchos animales cayeron aquella noche, pero casi todos lograron escapar, ex­cepto una pequeña y temblorosa rata.

Pues Bien, a la mañana siguiente llegaron los geme­los al campo, ansiosos de venganza; pero cuando la pequeña rata pidió misericordia, su furia se tornó en piedad y dijeron:

No temas, amiguita. Los otros aprendieron su lección y han escapado; tú también quedas libre.

Desenredaron a la rata con toda gentileza y la pusie­ron en el suelo, para que se fuera cuando quisiera.

¡Gracias, gracias! —chilló la rata—. En pago de vuestra bondad, os diré lo que sucedió a vuestro padre y a vuestro tío cuando fueron a Xibalba. De esta ma­nera, estaréis preparados, si alguna vez vais allá, para vengaros. Y también os diré como escapar de las trampas que os tenderán.

Contóles la rata lo que había sucedido y terminó di­ciendo:

—Vuestra abuela, la reina, ha escondido los palos y pelotas del maravilloso juego de Tlachtli, al que tan bien jugaba vuestro padre. Pedídselos y practicad mu­cho, pasta que seais diestros en tal juego. Así, tendréis un pretexto para it a Xibalba sin despertar sospechas...

Pidieron los gemelos los palos y pelotas a su abuela, quien lloró mucho, temiendo nuevas desgracias. Pero se los entregó, sin dejar de pensar que tales objetos habían sido la causa de la muerte de sus dos hijos.

Muy pronto se olvidaron los gemelos de la cacería; pasaban todo su tiempo practicando el Tlachtli y llegaron a ser tan diestros, que su fama se extendió por todo el país y aun más allá de sus fronteras.

Cuando los señores negros de Xibalba se enteraron de la destreza de los gemelos en el juego, se dijeron: "He aquí la oportunidad para asesinarlos, como asesinamos a los padres. Invitémosles a jugar con nosotros.'

Enviaron unos mensajeros a la tierra de Anahuac; y la reina rogó y suplicó a sus nietos que no fueran. Pero estos dijeron:

No temas, triunfaremos y nos vengaremos. Mira estas dos cañas y vigílalas; mientras las veas erguidas y fuertes, será señal de que nosotros estamos bien, si se secan y caen, significara que hemos muerto.

En el camino a Xibalba, se hacían las siguientes reflexiones:

"La rata nos ha prevenido contra todos los peligros. Recordemos que no debemos temer al rio de sangre. y cuando estemos cerca de las estatuas de madera que nuestro padre saludó creyendo que se trataba de los señores negros de Xibalba, por lo cual se burlaron de él, rnandemos a Xau, el venado, delante de nosotros, con un vello de mi pierna, para que pueda hacer cosquillas a cada una de ellas y así averiguaremos quienes son los hombres de carne y hueso, pues los que sean, no podrán evitar moverse y reír. Y cuando los señores negros nos pidan que ocupemos los asientos de honor, debemos rehusar, pues están hechos de caliente piedra roja."

Hablaban de todas estas cosas, con el fin de tenerlas presentes; y no olvidaron ninguna, con gran contrariedad de sus enemigos. Jugaron, después, al Tlachtli y vencieron fácilmente a los señores negros.

Empezaron estos, entonces, a tramar su muerte. Lo hicieron al principio con toda hipocresía, rogándoles que cortaran las flores que desearan, de un jardín vigilado por monstruos salvajes. Pero los gemelos llamaron a un ejército de hormigas, que cortaron las flores, una por una, sin ser vistas por nadie. Los retaron después a que demostraran su valor, pasando las noches en lugares terroríficos, de los cuales ningún hombre había logrado salir con vida. Pero, valiéndose de su magia, los gemelos salieron indemnes de la casa de las lanzas, de la casa del frio, de la casa del fuego, y aun de la casa de los jaguares.

—No podréis hacernos ningún mal —dijeron a los señores negros—, pues cada uno de nosotros tiene un amuleto mágico. Para probároslo, haced que nos maten y veréis como volvemos a la vida; y así sucederá mientras conservemos nuestro amuleto.

Los señores negros mataron primero  a uno de los gemelos y luego al otro; pero ambos se levantaron al momento siguiente, más jóvenes y más fuertes aún que antes de ser asesinados.

Viendo esto, les suplicaron que les dieran sus amuletos mágicos y los gemelos accedieron a ello. Entonces pidieron a sus más fieles servidores que los mataran, para renacer más fuertes y más jóvenes.

Obedecieron los sirvientes; pero sus señores no resucitaron. Los gemelos, dijeron, entonces:

—Pueblo de Xibalba, vuestros malvados reyes han muerto y no volverán a la vida como sucedió con nosotros, pues sus amuletos no tenían poder alguno, mientras que la magia de los nuestros es poderosa. Han muerto por su propia voluntad, como bien lo sabéis. Ahora, vosotros vivid honestamente y no tratéis nunca de asesinar a vuestros huéspedes.

Regresaron, triunfantes, al hogar de su abuela; se casaron y gobernaron las tierras de Anahuac hasta el fin de sus días, en paz y tranquilidad.

* Tomado del libro: “HABÍA UNA VEZ” (título original en inglés: Once Long Ago), los mejores cuentos infantiles de todo el mundo, relatados por Roger Lancelyn Green,ilustrado por Vojtech Kubasta .versión castellana de Mercedes Quijano de Mutiozábal . Publicado por Editorial Novaro-México . Primera Edición 1964.