Los tres osos

05.05.2012 21:56


(cuento Inglés) Había una  vez tres osos que tenían su casita en el bosque. Uno, era un oso muy pequeñito; otro era de tamaño mediano, y el último era un oso grandísimo; así que les llamaremos Pequeño, Mediano y Grande.
Cada uno tenía su olla para comer, su silla para sentarse, y su cama para dormir. Ahora bien, las ollas, las sillas y las camas, eran de tamaños diferentes, proporcionados al tamaño de sus dueños.
No lejos de nuestros osos, vivía una viejecilla; y cuando aquéllos se instalaron en su casa, reluciente de orden y limpieza, la mujeruca les hizo una visita. Pero se presentó tan sucia, y era tan curiosa, que los osos no quisieron saber nada de ella; ni siquiera la invitaron a pasar.
La viejecilla regresó furiosa a su cabaña inmunda.
— ¡Vaya osos impertinentes! —exclamó—. ¿Por qué rayos se sienten tan importantes?
Con cada día que pasaba, iban creciendo su enojo... y su curiosidad; hasta que resolvió meterse en casa de sus vecinos, y husmear por todos los rincones cuando los osos no estuvieran en casa. ¡No cabe duda que era una vieja curiosísima! Esperó a que se presentara la oportunidad, que no tardó en llegar.
Un día, Oso Pequeño, Oso Mediano y Oso Grande terminaron de preparar la avena para su desayuno; y después de vaciarla en sus respectivas ollas, para que se enfriara, se dirigieron al bosque a trabajar por un rato.
En cuanto desaparecieron, la viejecilla se coló por la puerta y se metió en el comedor. Lo primero que vio, sobre la mesa, fueron las tres ollas, que despedían la sabroso tufillo.
"Nunca me han invitado a comer, así que me invitaré yo misma", pensó; y probó la avena de Oso Grande, pero estaba tan caliente que la escupió; probo despues la de Oso Mediano, pero estaba demasiado fría también la escupió. Dio, por fin, un sorbo a la de oso Pequeño, y como la encontrara de su gusto, se la comió toda, y dejó la olla completamente limpia.
Pasó después a la sala, y se sentó en la silla de Oso Grande, pero era demasiado dura; se sentó en la de Oso Mediano, pero era demasiado incómoda y, por último, se sentó en la de Oso Pequeño. Y le pareció tan cómoda —pues no era ni demasiado incómoda, ni demasiado dura— que se arrellanó con fuerza, que rompió la silla, dejándola hecha polvo_
Molestóse la mujer terriblemente, y sus palabras no eran precisamente dulces cuando se dirigió al piso alto a curiosear en la recámara. Pero al ver las tres camas tan limpias y tan mullidas, se apaciguó su enojo y resolvió acostarse durante un rato. Probó primero la de Oso Grande, pero tenía la cabecera demasiado alta se acostó después en la de Oso Mediano, pero tenía los pies demasiado bajos; y se tumbó por fin en la de Oso Pequeño, y la halló tan mullida y suave, que unos momentos después dormía profundamente.
Los osos, calculando que la avena estaría ya en su punto, regresaron a desayunarse. Pero al entrar al co¬medor, quedaron sorprendidos al contemplar el terrible espectáculo que se ofrecía a sus ojos.
— ¡Alguien ha probado mi avena! —aulló Oso Grande con voz de trueno.
— ¡Alguien ha probado mi avena! —gritó Oso Mediano.
— ¡Alguien ha probado mi avena, y se la ha comido toda! —chilló Oso Pequeño con su aflautada vocecilla.
Y comprendieron que alguien se había metido en su casa mientras ellos estaban fuera. Empezaron a buscar al intruso por todos los rincones. Al entrar en la sala vieron sus sillas sucias, manchadas, y ¡fuera de su lugar!
— ¡Alguien se ha sentado en mi silla! —rugió Oso Grande.
— ¡Alguien se ha sentado en mi silla! —rugió también Oso Mediano, aunque en un tono menor.
— ¡Alguien se ha sentado en mi silla, y la ha hecho astillas! —chilló Oso Pequeño.
Subieron los tres, y al entrar en la recámara, vieron que las cosas estaban peor que en el piso bajo. — ¡Alguien se ha acostado en mi cama! —bramó Oso Grande.
— ¡Alguien se ha acostado en mi cama! —exclamó como un eco la voz de Oso Mediano.
— ¡Alguien se ha acostado en mi cama, y sigue todavía acostado! —anunció Oso Pequeño, con su pequeña pero furiosa voz.
La viejecilla había escuchado entre sueños la voz de trueno de Oso Grande, pero estaba tan profundamente dormida, que le pareció el ruido del viento en la chimenea. Oyó la voz de Oso Mediano y creyó que soñaba, que alguien le hablaba en su sueño; pero al escuchar los agudos chillidos de Oso Pequeño, se despertó bruscamente.
Al ver a los tres osos frente a ella, saltó de la cama, pero no pudo escapar. Los osos, tomando en considera¬ción lo curiosa que era y los destrozos que había hecho en la cama de Oso Pequeño, decidieron castigarla.
Pero la vieja era probablemente una bruja, pues al echarla sobre las brasas de la chimenea, no se quemó; y cuando la arrojaron al estanque, no se ahogó.
Así pues, la llevaron hasta la punta del campanario de la iglesia. Y si no se ha caído, allí está aún, pagando su curiosidad.
* Tomado del libro: “HABÍA UNA VEZ” (título original en inglés: Once Long Ago), los mejores cuentos infantiles de todo el mundo, relatados por Roger Lancelyn Green,ilustrado por Vojtech Kubasta .versión castellana de Mercedes Quijano de Mutiozábal . Publicado por Editorial Novaro-México . Primera Edición 1964