Los tres pordioseros

26.10.2010 19:55

 

(Cuento Servio) El  rico Marcos era un acaudalado comerciante, pero era también un hombre cruel y mezquino, que no soportaba la vista de un hombre pobre y, menos aún, el tener que socorrerlo. Si algún pordiosero llamaba a la puerta de su casa, los criados tenían orden de azuzar a los perros contra él.

Un día, sin embargo, llamaron tres miserables men­digos; y antes de que los criados tuvieran tiempo de soltar los perros, la pequeña Anastasia, hija del rico Marcos, le suplicó:

—Por favor, padre, permite que estos pobres pasen la noche en la casa. ¡Hazlo por mí!

No pudo el hombre negarse a la súplica de la pe­queña, y permitió a los pordioseros que durmieran en el desván que había sobre el establo; pero ahí terminó su generosidad, pues no les mandó ni siquiera unas migajas, a pesar de que él había disfrutado de una sucu­lenta y espléndida cena.

A medianoche, la pequeña Anastasia se dirigió silen­ciosamente al establo, llevando algo de comida para los pordioseros. Al asomarse al desván, contempló a los tres hombres, apoyados tranquilamente sobre sus bastones, sus grises barbas tocando casi el suelo, y hablando con extrañas y agudas voces.

   ¿Qué noticias hay esta noche? —preguntó el pri­mero de ellos.

—El pobre Iván, de la aldea vecina, ha recibido su séptimo hijo. ¿Qué nombre y qué destino le conce­deremos? —interrogó el segundo pordiosero.

—Lo llamaremos Vasili, y le concederemos todas las riquezas del hombre en cuyo desván estamos. ¡Las ri­quezas del rico Marcos, que nos echa de su casa!  —terminó  el tercero.

Rieron los tres mendigos suavemente, y levantando sus bastones, desaparecieron.

La pequeña Anastasia corrió a la habitación de su padre, lo despertó y le refirió lo que había visto y Marcos se sintió sorprendido y atemorizado, al sospe­char que los pordioseros eran, en realidad, tres hadas.

Tan pronto como amaneció, se dirigió Marcos a la aldea vecina y averiguó que el pobre Iván había, efec­tivamente, recibido su séptimo hijo; y deseando asegurarse de que los vaticinios de los pordioseros nunca se convertirían en realidad, se ofreció corno padrino del niño que ya había sido bautizado con el nombre de "Vasili", y prometió hacerse cargo de su educación. Entregó a Iván mil piezas de plata, y se llevó a su ahijado. Pero cuando estuvo a varias millas de la aldea, arrojó el niño a un hondo precipicio, gritándole:

IA ver cómo puedes ahora disfrutar de mis ri­quezas!

Aquella misma noche, sin embargo, tres comercian­tes iban a la casa del rico Marcos, para pagarle el dinero que le debían, y encontraron al pequeño Vasili sobre unos matorrales a la orilla del camino, sano y salvo, y envuelto en una piel de zorro. Lo recogieron y refirie­ron a Marcos su extraño hallazgo.

Supo este que se trataba de Vasili, y dijo:

—Me gustaría quedarme con el niño. Si me lo dejáis, os perdono vuestra deuda.

Los comerciantes se mostraron de acuerdo con la proposición, y al día siguiente se alejaron, felices, de­jando al pequeño Vasili en manos del rico Marcos.

Pero tan pronto como este se vio a solar, metió a Va­sili en un barril, aseguró bien la tapa y lo arrojó al mar.

Las olas, empero, arrastraron el barril hasta un mo­nasterio cercano, y cuando los monjes escucharon los lloros del pequeño, lo sacaron, le dieron el nombre de Vasili y lo educaron con todo esmero.

Creció el niño hasta convertirse en un gentil v apues­to doncel; nadie, en el monasterio, podía leer, escribir o cantar, tan bien como lo hacia Vasili.

Un día, preséntese el rico Marcos en el monasterio y el abad le refirió la extraña historia del mancebo. Comprendió aquel que se trataba de su ahijado y dijo:

—No puedo deciros cuanto he disfrutado con la her­mosa voz de este doncel. Permitid que venga conmigo y lo hare administrador de todos mis bienes. Como la orden pierde con el un miembro valioso, hare un regalo al monasterio, de veinte mil piezas de plata.

—No queremos ser un obstáculo en el destino de este excelente mozo —contestó el abad.

Abandonó Vasili el monasterio y el rico Marcos le ordenó que llevara inmediatamente una carta a su espo­sa. La carta decía:

"Este hombre es peligroso y atentara contra nuestras vidas. Llévalo a la fábrica de jabón, y al pasar cerca del tanque grande, arrójalo al aceite hirviente."

Vasili disfrutó de una buena travesía, y al llegar a tierra y dirigirse a la casa del rico Marcos, se encontró con tres pordioseros que le preguntaron:

¿Adónde vas, Vasili?

—A la casa del rico Marcos —contestó el joven—. Llevo una carta para su esposa.

Enséñanos la carta —pidieron los pordioseros. Vasili se las mostró, los mendigos soplaron sobre ella, y le dijeron:

Prosigue tu camino y entrega la carta a la esposa del rico Marcos. Te espera la fortuna.

Llegó Vasili a la casa y entregó la carta de Marcos a su esposa, quien inmediatamente mandó llamar a Anastasia y, sumamente sorprendida, le ensefi6 la mi­siva, escrita de puño y letra de su marido, que decía:

"Te ordeno que cases a nuestra hija con Vasili, portador de esta carta, al día siguiente de que la recibas."

Anastasia y Vasili obedecieron de buen grado la orden, pues se habían enamorado en cuanto se vieron; celebróse la boda y la joven pareja vivió feliz algún tiempo.

Pero cuando Marcos regresó de su viaje, se enfureció terriblemente, y no se calmó hasta que leyó la carta, acometiéndole entonces un gran temor. Sin embargo, fingió estar satisfecho con su yerno, y se mostró ama­ble con él durante algún tiempo.

Pero pasados unos meses, ordenó a Vasili:

Deseo que visites a mi amigo, el rey de las ser­pientes, en su hermoso país, al otro extremo del mundo. Hace doce años que levanto su castillo en unas tierras que me pertenecen, y me debe la renta de esos doce años. Cóbrasela y pídele, al mismo tiempo, noti­cias de mis doce barcos, que hace tres afios salieron con destino a su país.

Alejóse Vasili, mientras el rico Marcos se frotaba satisfecho las manos, murmurando para sí:

—Tres veces te has escapado... i Pero esta vez, no escaparas!

Viajo Vasili durante días y días, y una tarde escuchó, de pronto, una voz que le preguntaba:

¿Adónde vas, Vasili?

—Quien fue el que habló? —preguntó a su vez Va­sili, pues no vela a nadie.

Fui yo, este viejo roble. Dime Adónde vas.

A cobrarle al rey de las serpientes los doce años de renta que debe al rico Marcos.

—Cuando lo encuentres —suplicó el árbol—, acuérdate de mi y pregúntale: "Sus raíces están podridas; esta medio muerto, pero aun esta verde el viejo roble. ¿Deberá tenerse aun mucho tiempo en pie?"

Continuó su camino Vasili y llegó) a un rio. Al saltar de la barca que lo llevó a la otra orilla, le gritó el barquero:

¿Adónde vas, Vasili?

—A cobrarle al rey de las serpientes los doce años de renta que debe al rico Marcos.

Cuando lo encuentres, acuérdate de mi y dile: "Durante treinta años ha remado de un lado a otro del rio. ¿Tendra que remar más el pobre viejo durante mucho tiempo?"

Siguió Vasili su camino y llegó a un estrecho brazo de mar, en el que había una enorme ballena, sobre la que caminaban hombres y animales, usándola como puente. Al pasar sobre ella, preguntó la ballena:

¿Adónde vas, Vasili?

A cobrar al rey de las serpientes los doce años de renta que debe al rico Marcos.

Cuando lo encuentres —añadió la ballena—, acuérdate de mi y dile: "La pobre ballena ha permanecido tres largos años sobre el estrecho, y hombres y animales han destrozado su dorso. ¿Tendrá que seguir allí du­rante mucho tiempo todavía?"

Prosiguió Vasili su viaje hasta que, por fin, llegó al castillo del rey de las serpientes. Penetró en el y recorrió todos los salones, sin encontrar a nadie. Admira­ba las maravillas que encerraba el castillo, cuando se encontró frente a una hermosa doncella que descansa­ba en un rico lecho.

Tan pronto como la joven lo vio, le pregunto:

—Vasili! ¿Qué has venido a hacer a este horrible Lugar?

He venido a ver al rey de las serpientes, para co­brarle los doce años de renta que debe al rico Marcos.

i No te mandó para que cobraras la renta —excla­mó la doncella—, sino para que murieras! El rey de las serpientes te devorará en cuanto te  vea; escóndete en esta caja que hay bajo el lecho, y si no te descubre, te dejaré salir en cuanto se haya ido. Y presta atención a todo lo que diga, pues creo que tienes tienes preguntas que hacerle y solamente él las puede contestar.

Encerró la joven a Vasili en la caja, y acababa de empujarlo bajo el lecho, cuando entró el rey de las ser­pientes , quien, echándose sobre el lecho, silbó:

—He volado hoy sobre medio mundo y me siento su­mamente cansado. háblame de tus sueños y acaríciame la cabeza pasta que me quede dormido.

Obedeció la joven, y sentándose a su lado, acarició la horrible cabeza; y le habló después, dulcemente, de las tres adivinanzas que había soñado y que no atinaba a resolver. Cuando la serpiente preguntó cuales eran las adivinanzas, la joven repitió las tres preguntas que habían sido hechas a Vasili, a las que la serpiente contestó antes de dormirse.

Cuando el monstruo roncaba tan estruendosamente que hacía temblar los muros del castillo, la joven sacó a Vasili de su escondite; le dio el mozo las gracias, y se alejó, satisfecho de su buena fortuna.

Al llegar al estrecho, le preguntó la ballena: Te acordaste de mi?

¡Si! —contestó) el joven—, y tan pronto como llegue al otro lado, te diré lo que deseas saber.

Cruzó el estrecho, y volviéndose hacia la ballena, le dijo

—Devuelve los doce barcos de Marcos que te tra­gaste hace tres años, y podrás ir a donde desees!

Aparecieron los doce barcos con sus tripulantes y cargamentos, en perfecto orden, y la ballena se sumergió feliz, hasta el fondo del océano.

Llegó Vasili al rio y le preguntó el barquero: Te acordaste de mi?

;Si! —contestó el joven—, y en cuanto me hayas llevado a la otra orilla, te diré lo que deseas saber.

Tan pronto como brincó fuera de la barca, se volvió al barquero y le dijo:

—Dentro de poco llegará un hombre; déjalo subir a tu lancha y salta a tierra antes que él. Quedarás libre desde ese momento, pero el hombre tendrá que tomar tu lugar para siempre.

Siguió Vasili su camino, hasta que llegó al viejo ro­ble, y sin esperar a su pregunta, empujó el tronco hasta que cayó por tierra.

Y sobre sus raíces, como había dicho el rey de las serpientes a la hermosa doncella, encontró Vasili el te­soro más grande del mundo, que ni el mismo Marcos jamás soñara. .

En aquel momento, llegaron los doce barcos y an­claron en una pequeña bahía cercana. En el primero de ellos, estaban los tres pordioseros, que gritaron:

—¡El cielo ha derramado sus bendiciones sobre tu cabeza, buen Vasili!

Desaparecieron después de pronunciar estas palabras, y nunca más los volvió a ver el doncel. Recogió el te­soro, lo acomodó en los barcos, y se dirigió a su hogar a reunirse con su amada Anastasia.

Al ver a Vasili regresar triunfante y cargado de rique­zas, el rico Marcos se enfureció de tal manera, que en­silló su caballo y se dirigió al castillo del rey de las serpientes para suplicarle que hiciera desaparecer a Va­sili. Pero al llegar al río y entrar en la barca, el barque­ro saltó fuera y la empujó hacia el centro del río. .

Vasili fue un hombre bueno y feliz. Heredó todas las riquezas de Marcos, pero las repartió entre los pobres.

Y Marcos, sigue siendo el barquero.

* Tomado del libro: “HABÍA UNA VEZ” (título original en inglés: Once Long Ago), los mejores cuentos infantiles de todo el mundo, relatados por Roger Lancelyn Green,ilustrado por Vojtech Kubasta .versión castellana de Mercedes Quijano de Mutiozábal . Publicado por Editorial Novaro-México . Primera Edición 1964.